Ana y Ramón
El otoño es una época maravillosa para casarse; no hace tanto calor como en verano, la gente está más tranquila (esto es un hecho), el paisaje se tiñe de naranja con la caída de las hojas y, siendo prácticos, la verdad es que por lo general, fuera de temporada todo es más barato y accesible.
También tiene sus contrapartidas, como la escasez de luz por la tarde o que el tiempo puede volverse loco en cualquier momento. Pero no ocurrió así con la boda de Ana y Ramón, que la celebraron a mediados de noviembre con un tiempo espléndido (para ser noviembre) y en un entorno muy agradecido. Por la luz no hubo problema porque era una boda de mañana.
Pero no debería hablar delas virtudes meteorológicas sino más bien de las virtudes de esta pareja joven, amigos del alma de mi prima Edurne, que tan espléndidamente me trataron y con quienes hubo una conexión y una gran simpatía desde el primer momento, además de un completo volcado al trabajo y a colaborar para conseguir que este reportaje llegue a transmitir esa sensación tan especial y romántica que nos transmite esta estación del año.